martes, 19 de febrero de 2013

LIBRO LEVITICO

Levítico
El título
La Septuaginta llamó Levítico (=Lv) a este tercer libro de la Biblia, posiblemente para indicar que se trata de un texto destinado de modo particular a los levitas. Estos estaban encargados de ejercer el ministerio sacerdotal y de atender a los múltiples detalles del culto tributado a Dios por los israelitas. La Biblia hebrea, conforme a la norma observada en todo el Pentateuco, nombra el libro por su primera palabra, WayiqraŒ, que significa "y llamó".


Los levitas 
 En el reparto de Canaán, los levitas (es decir, los miembros de la tribu de Leví) recibieron, en lugar de territorio, cuarenta y ocho «ciudades donde habitar» (Nm 35.2–8; cf. Jos 21.1–42; 1 Cr 6.54–81), repartidas entre las tierras asignadas al resto de las tribus. Ellos, en cambio, habían sido separados por Dios para servirlo, para que cuidaran de las cosas sagradas y celebraran los oficios religiosos. Esta es la función específica asignada a los levitas, sobre todo después que el culto y cuanto con él se relacionaba quedó centralizado en el templo de Jerusalén. 

Contenido del libro 
En su mayor parte, el Levítico está formado por un conjunto de prescripciones extremadamente minuciosas, tendientes a hacer del ceremonial cúltico, como expresión de la fe en Dios, el eje a cuyo alrededor debía girar la totalidad de la vida del pueblo. 

Este libro ritualista, lleno de instrucciones sobre el culto y disposiciones de carácter legal, encierra un mensaje de alto valor religioso, en el que la santidad aparece como el principio teológico predominante. Jehová, el Dios de Israel, el Dios santo, requiere del pueblo escogido como suyo que igualmente sea santo: «Santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios» (19.2). En consecuencia, todas las normas y prescripciones del Levítico están ordenadas al fin último de establecer sobre la tierra una nación diferente de las demás, apartada para su Dios, consagrada enteramente al servicio de su Señor. Por eso, todas las fórmulas legales y todos los elementos simbólicos del culto —vestiduras, ornamentos, ofrendas y sacrificios— tienen una doble vertiente: por un lado, alabar y rendir el debido homenaje al Dios eterno, creador y señor de todas las cosas; por otro, hacer que Israel entienda el significado de la santidad y disponga de instrumentos jurídicos, morales y religiosos para ser el pueblo santo que Dios quiere que sea. 
Esquema del contenido: 
1. Ofrendas y sacrificios (1.1–7.38) 
2. Consagración del sacerdote (8.1–10.20) 
3. Leyes sobre la pureza y la impureza legal (11.1–16.34) 
4. La "Ley de santidad" (17.1–25.55) 
5. Bendiciones y maldiciones (26.1–46) 
6. Sobre lo consagrado a Dios (27.1–34)
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